jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 17 - La nueva Helen


No quería estar callada con ella, parecía una buena niña, pero por su madre ya no me transmitía lo mismo. Le pregunté lo que todos los adultos solían preguntar a los pequeños:

-¿Cuántos años tienes?

No dijo nada, solo me miró y después se miró las manos. Era vergonzosa y me enseñó ocho dedos de su mano ¡Que monada! Podía hablar de todas formas, pero me abrió el corazón.

-¡Que mayor!

Y como cualquier crío, se lo tragó y sonrió. Me acerqué a ella y me agaché para estar a su altura.

-¿Te gustan las muñecas?

Aun callada, asintió con la cabeza. Me dio la espalda y se fue corriendo al salón. La había asustado. En unos segundos oí a Carol con una voz más fuerte y preocupada.

-¿Elaine?

-Quiero ir al coche.

La voz de Elaine sonaba suplicante.

-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

Me levanté y avancé hasta quedarme en la puerta del despacho observando la escena. Elaine tiraba del vestido de su madre para que le prestara atención, Derek estaba delante de Carol y ésta, daba la espalda a la entrada  principal.

-Me he dejado a Noodle en el coche.

Carol se apartó y Elaine salió por la puerta corriendo hacia el coche. Me miró y continuó hablando con Derek como si yo no estuviera presente.

Elaine llegó en seguida con una muñeca en la mano y velozmente llegó en frente de mí. La muñeca llamada Noodle, era distinta a las demás. Llevaba un vestidito marinero blanco a rayas azules que concordaban con su pelo azul oscuro, también corto.

Tras ver la sonrisa que me dedicaba Elaine mientras me prestaba su muñeca, se me quitó un peso de encima al saber que yo no la había asustado. Me agaché de nuevo para estar a su medida y cogí la muñeca que me ofrecía.

-Es muy bonita, ¿se llama Noodle?

-Sí, me la regaló mi mami.

Por fin pude oír su voz a la perfección. Carol nos observaba perpleja ante la total confianza de la niña, así dejando de hablar con Derek. Él, nos miraba feliz, le parecía fantástico que nos llevásemos bien.

-¿Y no tiene ninguna amiga?

-Sí, Sookie, pero esta es mi favorita. Sookie está en casa.

-Cariño me voy ya. – Carol se despedía con la mano y Elaine hizo lo mismo. Desde mi punto de vista, quería cortarnos el rollo.

Salió por la puerta. Los tres permanecíamos en silencio hasta que oímos el coche de Carol arrancar y perderse por el camino.

-Veo que os lleváis bastante bien. – Se acercó Derek a nosotras.

-Tienes una sobrinita muy guapa. Por cierto, ¿dónde has dejado esa bolsa que…? – Dejé la frase en el aire para no tener que decir qué es lo que había dentro.

-Voy a buscarla, espera.

Elaine y yo volvimos a quedarnos a solas.

-¿Te gusta Derek?

Otra vez intimidada. Me arrepentí de haberla tratado tan bien, con esa frase la niña pasaba a ser odiable. No me enfadé porque era una cría, aun así, no sabía qué contestarle. Me quedé sin palabras e intenté responderle de una manera compresible para ella.

-Oh, no cielo. Somos amigos.

Derek, volvía con la bolsa en una mano. Oyó la pregunta de Elaine a pesar de no estar presente y como no, también mi respuesta.

-Elaine, es una amiga. Perdona Helen, Elaine quiere tener una prima para poder jugar con ella y…

-No pasa nada. – Dije cuando en realidad sí pasaba.

-Es que me aburro… - Soltó Elaine alargando la “o”.

Le quité de las manos la bolsa a Derek y se la ofrecí a Elaine dejando atrás lo ocurrido.

-Es para ti.

Se quedó mirándome unos segundos sorprendida y en seguida abrió la caja sin poder esperar. ¿Y si realmente no le gustaba y la decepcionaba?

Se encontró con una muñeca castaña, de cabello algo largo y rizado. Llevaba un vestido largo hasta las rodillas y azul también. El vestido, para mis gustos, era una cucada. No levantó la vista y siguió mirando a la muñeca nueva.

-¿Te gusta?

Elaine la sacó de la caja y acto seguido me miró feliz.

-Sí, es muy guapa.

-¿Qué nombre le vas a poner? – Preguntó Derek sin esperarse ese regalo.

-Helen.

Y de nuevo me dejé llevar por el dulzor de esa niñita que, esta vez, ya no parecía odiable. ¡Quería ponerle mi nombre a su muñeca!

-Elaine, ¿qué se dice? – Derek sacó su parte educada.

-Gracias. – Dijo vergonzosa.

-Dale un besito a Helen, venga. – Repitió.

Elaine se me acercó y me dio un besito en la mejilla. Yo se lo devolví con mucho gusto y cariño.

-Bueno, ¿qué quieres hacer Helen? Siento que no podemos trabajar bien vigilando a Elaine. – Elaine arqueó una ceja, no sabía que pensaba con lo de estar solos, pues, se sintió molesta por ser un estorbo. – Princesa, ¿qué quieres hacer tú?

Ella lo miró mientras hablaba y de nuevo volvió a mirarme a mí, como si esperara a que yo le salvara y dijera que podría quedarse con nosotros. No me parecía mala idea pero había quedado con Derek para trabajar, concentrarme, inspirarme y escribir. Aun así, con la niña suplicándome con los ojos, no dije nada y dejé que hablaran ellos. “Lo siento”, pensé.

-¿Quieres leer un rato? – Le preguntó Derek, seguramente lo hizo para que estuviera tranquila sin hacer ruido. Elaine negó con la cabeza y la entendí porque yo tampoco querría ir a casa de mi tío y sentarme para leer.

-Quiero jugar. – Dijo ella tan claramente.

- ¿Y a qué quieres jugar? – Le pregunto yo, ya que no podía quedarme toda la vida callada.

-Con las muñecas, con Helen. – Y quizás se refería a mí también, pero señaló su nueva muñeca.

Derek estaba pensativo y se fue hacia el teléfono que había en la entrada mientras decía:

-Ya sé Elaine, ¿quieres que llamemos a alguna amiga tuya para que venga?

A Elaine se le iluminaron los ojos, estoy segura de que deseaba jugar con otra niña de su edad y dejar a los adultos tranquilos. Derek cogió una agenda y se puso a buscar un número.

-¿A qué amiguita quieres que invitemos?

martes, 7 de agosto de 2012

Capítulo 16 - Miradas asesinas y sonrisas


Di el último sorbo de mi Cappuccino mientras Derek se levantaba del sofá. Lo dejé de nuevo en la mesa de cristal y me levanté para seguirle. Al estudio se llegaba a través de una puerta que había en esa misma sala. Abrió la puerta dejándome paso.

-Las damas primero, ¿no?

Le sonreí con una sonrisa real, esas que rara vez salían últimamente.

¡Menudo estudio! La pared del estudio era de color verde claro con manchitas de color verde oscuro. No sabría muy bien cómo explicarlo, lo que sí sabía era que no podía pintarse con facilidad y que con tan solo verlo una vez, ya se notaba que era un tacto rugoso. Tenía unas ventanas muy grandes, dejando entrar el sol a toda costa. El suelo era de nuevo parqué, muy limpio. Me gustaba el parqué, porque sentía mis propios pasos. 

-Guau… es un sitio perfecto para inspirarse, me encanta y hay mucho espacio.

En una esquina de la sala, en la mesa que estaba contra la pared, había un ordenador que parecía de alta tecnología entre otros chismes. Contra las paredes había estanterías y, dónde había una ventana, las estanterías eran más bajitas, como una cómoda. En otra esquina, esta vez en frente de la puerta, al lado de más estantes había una butaca vieja con una lámpara de pie a su lado que supuestamente, era para relajarse, así adentrándote en las páginas de un libro.

-Debería hacer una buena limpieza, no hay sitio para colocar más libros en los estantes, pero en el escritorio y en esa mesa de ahí tienes sitio para escribir, también puedes usar el ordenador.
Señaló con la mano una mesa cercana al escritorio y acto seguido en el mismo escritorio refiriéndose al ordenador.

Di varios pasos colocándome en el medio del estudio para dejarle pasar.

-Oh, espera, siéntate. Ahora vengo.

Travesó la puerta dejándome sola en la sala. Como no sabía que hacer excepto mirar, le hice caso y me senté. Oí  ruido y tras unos segundos llegó con una silla para sentarse.
Me puse nerviosa al verlo.

-Podías haberte sentado aquí, no era necesario…

-¡Sht! Eres una invitada.

Callé avergonzada y busqué un tema para hablar, solo veía libros, así que le pregunté sobre eso.

-¿De qué son estos libros? Algunos se parecen.

Había grupos de libros parecidos que seguramente serían colecciones.

-Son pura historia, de mi padre. Era profesor de historia, ahora ya jubilado.

-¿Por qué los tienes tú?

-Se empeñó en que los guardara yo, dice que tengo más cura que Carol y que si algún día muere, que me los quede. Son todo su tesoro. Además, ahora viaja mucho con mi madre, quiere ver mundo teniendo tiempo libre.

-Vaya, hoy voy a saber de todo sobre tu familia. Una cosa… ¿y Gea? No la has mencionado, ¿ella no puede guardar los libros?

Se rió y me contestó sonriendo.

-Gea es una irresponsable, creo que no ha salido de la adolescencia aun.

Y volvió a reírse. Puso la silla, en frente de mí, que durante este minuto había estado sosteniendo con las manos y se sentó, después, encendió el ordenador. Mientras se encendía, hablamos un poco. Fue incómodo tenerlo cara a cara.

-Así que te gusta el estudio…

-Sí, me encanta, es tranquilo y se respira aire puro.

-Puedes venir otro día si quieres, estás invitada.

Derek se estaba comportando de una forma rara con lo poco que le conocía, se estaba mostrando muy formal y confiado hacia mí y la verdad, eso me gustaba, pero era un aire distinto al de ayer, quizás porque era una desconocida y pasé a ser conocida.

-No quiero molestar, es tú estudio, ¿acaso no trabajas aquí?

-A penas, trabajar trabajo en la oficina.

Sonó el timbre de repente, ese típico “ding dong”. Me quedé dos segundos extrañada y después reaccioné. Elaine. Se me había olvidado por completo que aún tenía que llegar. El pánico entró en mi cuerpo, tenía miedo de conocerla y que algo saliera mal, ¿y Carol? Aún más, era una adulta y sobre todo la hermana de Derek.

Derek se levantó y se acercó a la ventana que daba a la entrada de la casa.

-Ahora vengo, voy a abrirlas.

Salió del despacho y se fue a recibirlas. Me quedé en la silla sin saber qué hacer ni cómo actuar, suerte que de cierta forma, me había ordenado que me quedara quieta. Oí sus voces, la de Carol se parecía a la de Derek, de hecho, creo que era la misma pero en mujer y la de Elaine se oía dulce y feliz.

-¡Tío!

-¡Hola bichito! - Elaine se rió con Derek, se oía cómo la cogía en brazos y la volvía a dejar en el suelo. – Tenemos una invitada.

Carol, a pesar de no poder verla, pareció quedarse muda.

-¿Ha vuelto Mara? – Preguntó Carol.

-No, mejor que te la presente.

-¿Susan?

-¡No! Ven.

Derek pareció negarse rotundamente a su última pregunta, como si fuera una barbaridad. Oí varios pasos que se acercaban, entre ellos, unos tacones.

Me puse rápidamente de pie. Carol se quedó mirándome, yo hice lo mismo. Tenía el cabello poco largo, por los hombros, liso y suelto, oscuro como el de Derek y aunque sus voces eran muy parecidas, su rostro se diferenciaba un poco. Sus ojos también eran castaño oscuro y conjuntaban con uno de tantos tontos de rojo que llevaba en los labios. Lucía un vestido blanco y negro, corto y moderno. Llevaba unos tacones negros a conjunto algo altos. Respecto a los complementos, tan solo llevaba un reloj negro.

Me repasaba con la mirada, al igual que su hija Elaine, agarrada de la mano de Derek.

-Ella es Helen, siento no avisarte Carol. Mi trabajo consiste en ayudarla a introducirse en el mundo de la escritura.

-Soy Carol, su hermana, un placer.

Ni se movió, tan solo sus labios soltando esas palabras frías y aun mirándome con desprecio.

-Helen, un placer, Derek me dijo que vendríais. – Y miré a Elaine sonriéndole. Ella me sonrió también.

Se parecía a Carol pero tampoco mucho. Tenía sus ojos castaños, esta vez más claros y el cabello castaño también, cortito por el hombro al igual que su madre. Le faltaban algunos dientes, algo normal a su edad. Llevaba puesto un vestido blanco con dibujitos de colores. No había señales de lacitos, ni de diademas, ni siquiera de plastidecores. Sus zapatos eran unas ballerinas azules, al estilo mi chaqueta.

-¿Es la novia de Derek? –Dijo de repente Elaine.

Derek y yo nos quedamos callados, mirándonos. Carol reaccionó con total naturalidad.

-No, al menos eso espero cariño.

Elaine siguió mirándome con su risita feliz, no se daba cuenta de lo que acababa de hacerme.

No me salían temas para conversar y mi única opción era mirar a Derek suplicándole con la mirada que dijera algo. Pero él estaba intimidado y tampoco sabía cómo reaccionar.

Ésta vez no hablamos ninguno de los dos.

-Elaine, cielo, pórtate bien, ¿vale? Vendré por la tarde. - Se agachó y le dio un beso en la mejilla, volvió a levantarse dirigiéndose a Derek. - Para comer pasta, ¿no? Y no me refiero a pizza.

-Sí, macarrones de colores con atún. –Contestó Derek aun perplejo.

-Perfecto, nos vemos luego. - Dio un paso hacia la puerta del despacho y se giró hacia mí, lanzándome una mirada asesina. - Adiós Helen.

Me estremecí, no dijo “hasta luego” o “nos vemos”… sonó como un “hasta nunca”. Derek me miró con ojos tristes, pidiendo perdón. Acto seguido acompañó a Carol hasta la puerta. Oí murmullos, discutían de algo.

Elaine y yo nos quedamos a solas. Me miraba y dudaba ir con su madre, pero ella era consciente de que era una conversación adulta.

viernes, 20 de julio de 2012

Nyan nyan

Pues antes de postear el capítulo 16 y 17 y la curiosidad en el foro de PLS, voy  a publicitar un poco este blog http://mangapredicciones.blogspot.com.es/ que seguramente puede ser interesante para todos aquellos Otakus o simplemente gente que le guste el anime. Es de un amigo que acabo de conocer, ¡espero que os guste, ku!

jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 15 - Una captura de su pasado


Abrí la puerta del coche y hasta que no puse los pies en el suelo, no me di cuenta que estábamos en una casa muy apartada de las afueras de Castdich. La casa estaba envuelta de un jardín precioso con muchos tonos marrones, ya que estábamos en otoño tirando a invierno. Los árboles no tenían hojas y a pesar de ello, no había casi ni una hoja en el suelo. El viento, al no tener con qué divertirse, jugaba con mi cabello despeinándome.

-Pasemos dentro y tomemos algo.

Abrió el maletero y sacó el regalo de Elaine. No me lo dio y lo cargó él de nuevo hasta la entrada.
La casa era blanca, bonita para mi gusto, con ventanas en forma de arco de medio punto y forrada de un material que no sabría decir cuál es.

Le seguí por el caminito de piedra y entramos en casa.

El recibidor/sala de estar era muy acogedor. Me gustaba mucho la combinación de lo antiguo adaptado a lo moderno y a la vez elegante y encima, decorado con diferentes tonalidades del color marrón y parqué. Los cuadros parecían valer una fortuna e incluso los marcos de fotos que había sobre los muebles. En las fotografías podía distinguir a Derek con dos chicas muy parecidas a cada lado. En otra, salía Derek cogiendo a una niña pequeña de ojos oscuros, monísima por cierto. Parecía ser la hija de una de las chicas de la foto anterior. Seguramente una de ellas sería Carolina y la niña su hija Elaine.

Después de analizar la sala, eché un vistazo rápido y vi que no había nadie. Elaine, su sobrina, no había llegado aun y eso significaba que iba a toparme con Carolina, su hermana.

-¿Dónde está tu sobrina?

-¿Elaine? Bueno, les dije que llegaran un poquito más tarde, por si llegaban antes y no me encontraban. Además, no podemos dejar a Elaine sola.

-Entiendo… ¿tu hermana es la chica de la foto? Aunque no sabría decir cuál de las dos es…

Miró la foto a la que me refería y sonrió.

-Ven, siéntate. Pero antes, dame el abrigo.

Supuse que era una historia muy larga y que quería hablar tranquilamente de ello. Le entregué mi abrigo y fui a sentarme en el sofá.

-¿Quieres tomar algo?

-¿Tienes té?

En casa siempre tenía algo de té, pero dudaba que en su casa tuviera.

-Mmm… no, pero tengo café.

Lo imaginaba.

-¿Y Cappuccino?

-Sí, eso sí, ¿quieres uno?

-Sí, por favor.

-De acuerdo, en seguida vuelvo.

Atravesó el arco que llevaba al comedor y de allí, entró por una puerta de madera y de cristal muy bonita.

Me quedé sola unos minutitos que pasaron volando cuando una fotografía que había encima de la chimenea captó mi atención. Salía Derek, abrazando a una niña de unos doce años. La niña tenía el cabello castaño claro y los ojos de color castaño fuerte, su piel era algo morena para ser  de Castdich. La niña sonreía de oreja a oreja y Derek la apretaba con fuerza sonriendo también, una sonrisa que nunca había visto en su cara y que no parecía ser la típica que ponemos cuando nos hacen una foto, él sonreía de verdad.

Vi como volvía con una taza, un plato en la mano y sin el regalo de Elaine.

-Aquí tienes.

Lo dejó encima de la mesita de cristal que había en frente del sofá.

-Gracias. –Dije con una media sonrisa, sin fiarme demasiado después de lo ocurrido en el coche. – Oye… ¿quién es esa niña? ¿Es Elaine?

Miró la foto y sonrió tal y como lo hacía en la fotografía.

-Pues si que le has puesto interés en las fotografías.

Se sentó a mi lado en el sofá.

-Elaine es esa niña pequeña de la otra foto, esta chica morena se llama Mara, tiene catorce años. No, no es mi hermana, pero como si lo fuera.

Cogí el Cappuccino, le di un sorbo y volví a dejarlo en la mesita. Me giré más hacia él para verle mejor la cara.

-Entonces, si no es tu hermana, ¿cómo la conociste? ¿Y por qué le tienes tanto cariño?
 
La curiosidad me inquietaba tanto que no pude reservar las preguntas personales.

-La conocí cuando tenía doce años, en esa foto tiene trece. Nos conocimos en una cafetería,  de hecho, fue en ese bar de ayer. Cameron se equivocó y le trajo mi café en lugar de su granizado y yo me quedé sin nada. Así nos conocimos, por una confusión del camarero…

Me impresionó. Que facilidad tenía relacionándose con la gente. Yo, probablemente, no habría vuelto a ver a esa persona si me hubiera pasado eso.

-Y… ¿ahora me vas a decir por qué tu hermana está repetida dos veces en esa foto?

Esta vez no se giró para ver de qué foto hablaba y se rió un poco para sí mismo.

-Son gemelas, son mis hermanas. La de la izquierda es Carolina y la de la derecha se llama Gea. Carol es la madre de Elaine.

Me quedé algo cortada, sin saber qué decir. Es verdad que no conocía de nada a Derek, pero en esos instantes estaba en su misma casa contándome su vida y… guau, ¿gemelas? Eso sí que era una sorpresa, no había visto gemelas desde que hacía la secundaria.

-Vaya, se parecen mucho, aunque tienen cierto parecido a ti… y yo creía que eran dos “tías buenas” con las que te hiciste una foto. – Dije marcando “tías buenas” con los dedos.

-Sí, la belleza es cosa de familia, en un ratito la conocerás… debo decir que no le he hablado de ti aun, pero no pasa nada, le caerás bien.

-¿Seguro?

-Sí…

Fijó su mirada en mis ojos, creándome tensión, inquietándome con la mirada punzante. Parpadeó y miró mi cabello.

-Este cabello… ¿es tu color natural?

-Em, no. Soy pelirroja anaranjada, pero quise teñírmelo de un rojo fuerte.

-Gea te caerá bien, ella se tinta el cabello de rubio. Toca en un grupo, Violette, ¿lo conoces? Toca el bajo, hace los coros y compone.

Me pilló bebiendo el Capuccino y tan pronto oí “Violette”, dejé la taza en la mesa.

-¿Tu hermana es la bajista de Violette? He visto carteles por la ciudad, no lo sabía.

En realidad, el grupo Violette no me interesaba mucho, tan solo vi un cartel en la biblioteca.

-Sí, ya hace tiempo que está en la banda, antes Carol también estaba en la banda, pero cuando tuvo a Elaine lo dejó.

Detrás de esas palabras, sus ojos me decían que había una larga y triste historia.

-¿Derek, estás bien?

-Solo son recuerdos del pasado que me vienen en mente. Dejemos de hablar de mí y vayamos al grano, ¿quieres que te enseñe el estudio?

-Por supuesto.

Capítulo 14 - Cagadas


No había sitio cerca del parque, por eso aparqué algo lejos y tuve que caminar un ratito.

Había bastante gente, era domingo y las familias aprovechaban para dar un paseo, los abuelos seguían su rutina en los bares y los niños pequeños disfrutaban de su tarde sin clase.

Prácticamente como ayer.

Allí estaba, sentado en el banco leyendo el periódico. Cuando me vio dobló el periódico y se lo puso debajo del brazo. Se levantó y se acercó a mí, con un paso algo rápido y nervioso.

- Buenos días. – Le saludé a unos pasos de él.

Llegó enfrente a mí y sonrió lleno de felicidad.

- Llegas pronto. – Y volvió a sonreír.

¿Pronto? Suponía que lo decía con ironía.

-Ais, lo siento, me encontrado a un conocido por el camino y al llegar no encontraba sitio para aparcar.

- ¿Estás de broma? Te digo que llegas pronto. Son las once y diez casi.

- Oh, vaya... ¿y qué haces aquí?

Dejó de mirarme y desvió la vista hacia otro punto, pensativo. No debí haber preguntado.

- Bueno, por si llegabas pronto, para que no esperaras sola.

Volvió a mirarme y se puso las manos en el bolsillo.

Se me abrió el corazón, oh, que buen chico... de un amor triste a rabia y de rabia a ternura. 
 
- Oh... – No supe qué decir, quizás me comí demasiado el coco con esa frase, con esa respuesta.

- ¿Vamos? Carol aun no ha llegado, mejor vayamos ahora o no me encontrará en casa.

- ¿Con tu coche?
 
- Sí, ¿te da miedo volver a subir?

- No, no.

Se giró y dio varios pasos hacia una dirección, mirándome como si dijera “sígueme”. Me acoplé a su lado y nos dirigimos al coche.

- Por cierto, ¿qué es esa bolsa?

- Es... algo.

- ¿Tanto material te has traído? Solo era necesario traerte los escritos, ya te dije que en mi casa hay de todo para poder escribir tranquilamente.

- No es material, bueno sí es material, pero no para escribir. Ya lo verás, impaciente.

- Trae.

Me quitó la bolsa de las manos.

- ¡Eh! ¡Dámela! ¡Es una sorpresa!

Se rió ante mi reacción y no me la devolvió.

- No seas tonta, quiero llevártela. No voy a ver que hay dentro, lo prometo.

Cagada de nuevo, pensé.

No rechisté. Si tantas ganas tenía de llevarme la bolsa, mejor, mejor para mí.

Tras un largo silencio pensativo para mí, indefinido para él, llegamos a su coche.

Abrió el maletero y puso la bolsa dentro.

- Vamos, entra.

Entré y me senté a su lado sin decir nada. Me abroché el cinturón y le miré. Él hizo lo mismo.

-Jaajaja... te tengo.

- ¿Mmm?

Encendió el motor y arrancó colocándose en la carretera.

Sentí miedo. No supe que decir. Su risa sonó juguetona. En unos segundos toda la confianza que había puesto en Derek se desvaneció. Todo era tan extraño, la llamada, ir a su casa, esperarme tan pronto…

- Ahora que te tengo aquí atrapada, vas a contarme qué pasó ayer por la tarde.

Era cierto. Estaba sentada a su lado, en su coche, no podía levantarme e irme de repente. No podía huir. El miedo dejó mi cuerpo y solté un suspiro.

- Maldito seas... Bueno, te lo debo.

Volvió a explotar su risa mientras conducía.

- Jajajaja... ¡ahora no mujer! No voy a presionarte tanto, es personal. Además, estoy conduciendo, quiero atenderte mejor.

Cagada de nuevo.

Volví a mi cabreo, a mi rabia. Era una niñita caprichosa y cualquier pequeña broma me molestaba.

Miré por la ventana. Decidí no enfadarme, sólo era una pequeña broma, una simple broma. Podía confiar en Derek, estaba segura o al menos me convencía de eso.

El coche se llenó de aire puro, aire con sabor a silencio.

-Y a hemos llegado, esta es mi casa.

Capítulo 13 - Fuego en los ojos



Me desperté, agarrotada por dormir con la ropa puesta. Me dolía bastante la espalda así que me levanté y me estiré tanto como pude.

Que sueño más raro.

- Espero que no tenga nada que ver con Elaine…

Es cierto que soñé con vestiditos y plastidecores, ¿eso tenía algo que ver con la sobrina de Derek? No lo sabía y eso me asustaba. “Quizás sería la típica hijita de papá”, me decía, “no puede ser, Derek no es así, seguramente ella tampoco”.

Eran las ocho y cinco de la mañana, aunque estaba pasada la cortina, podía ver como aun no tocaba el sol en la ventana.

No sabía qué hacer, si escribirlo o no. Pero qué tontería más tonta, que sueño más tonto,… de todas formas, lo apunté en mi libreta de sueños.

Tenía una libretita de media hoja, es decir, del tamaño de la mitad de un folio normal, - nunca me supe las medidas y tamaños de los folios pero aun así la gente me entiende -. Era de tapa dura y de color naranja, con un corazón rosa en el medio. En ella, habían escritos sueños de los cuales nunca llegué a entender, alguna vez quizás los podía unir a algo, pero nunca me dio la completa confianza de que los sueños tuvieran esa relación.

Escribí de forma muy resumida y esquemática mi sueño, las palabras más mencionadas eran “plastidecores”, “vestidos”, “niñas”,… y la menos mencionada puedo decir que era “teletransportarme”. 

Lo cierto era, que dudaba de enseñárselo a Derek. Seguramente, iba a reírse en mi cara porque lo relacionaría con Elaine.

Decidí no hacerlo. No quería estropear el día y sentirme avergonzada durante un buen tiempo. Estaba segura de que Elaine no sería así, ni tampoco su madre, Carolina.

Al acabar de escribir el resumen mal hecho a causa de la situación y la hora, me fui a darme una buena ducha. Entonces, me di cuenta que aun llevaba la misma ropa del día anterior.

- Cielos… y me había sentado en el suelo entre los arbustos.

Me quité la ropa, empezando por los zapatos y lo dejé todo en el suelo. Tras prepararme la ropa para después, entré en el baño.

La verdad, de pequeña no me gustaba entrar en la bañera, siempre me escondía de mi madre, pero, una vez dentro del agua, no quería salir para nada. El agua caliente me enamoraba, por así decirlo. Tan calentita y si salías te helabas de frío.

Al acabar me envolví con una toalla y me sequé el cabello, que por cierto, era una gran molestia tenerlo largo.

Esta vez, me vestí bien, a mi gusto claro. Un vestido que me encantaba, con tonos beis y una chaquetita de color azul claro. No sé si me quedaba bien o no, aun así, al maniquí de la tienda le quedaba perfecto y a mí me encantaba. En cuanto a los zapatos… me gustaban mucho los tacones, pero raras veces los llevaba. No sabía andar con tanta altura y además, era algo torpe, pero tengo que decir que son muy bonitos. Me puse unos zapatos planos a juego con el vestido, unas ballerinas más bien.

Desayuné un vaso de leche con galletas sabor a chocolate. No me iba la idea de comer algo salado por las mañanas, para mí, el salado era más para picar, además, me encantaba el chocolate sobre todo con leche.

Acabé sobre las diez, aun quedaban dos horas y tenía que buscar algún regalo para Elaine. Quería caerle bien y más que nada quería quedar bien con Derek. Ya había hecho demasiado el ridículo: había llegado tarde, me pagó el desayuno, me recogió después de la discusión con Alan y me había invitado a su casa esa misma mañana.

Pensé en ir a mi casa, bueno, la de actualmente de mis padres y que hace unos años atrás aun residía ahí. En mi habitación, dentro del baúl, aun guardaba las muñecas que más me gustaban cuando era pequeña. Esa idea no me acababa de convencer, ir a casa de mis padres no era algo que me encantase, al contrario, intentaba evitarlo.

Fui a la tienda de juguetes más cercana con el coche, todos los establecimientos estaban abiertos porque se acercaba la navidad. Había de todo, lo que más resaltaba eran los grandes peluches de toda clase de animales cucos, entre ellos, el más vendido era el pingüino. Pero yo no quería un peluche para Elaine, quería una muñeca.

Salí de la tienda con una muñeca vestida de gala envuelta en una caja de regalo. Nada de plastidecores y material escolar.

Me dirigí al coche mientras miraba en el suelo y tras levantar la vista me encontré con alguien que no quería ver.

Compartimos las miradas, tenía una mirada triste y yo le lancé una mirada punzante para que sufriera más. Esbozó una cara de dolor, intentó aguantar y cuando no pudo más, con los ojos algo húmedos miró al suelo.

Continué mirándole hasta llegar delante de él de pie. Se me hizo un nudo en la garganta y no supe mencionar ninguna palabra, se me olvidó el abecedario, todas las palabras existentes de mi mente.

- Buenos días.

- Hola. – Mi voz sonó algo rara, pero mantuve la compostura y me hice la fuerte cuando en realidad podían herirme fácilmente. – ¿Qué haces aquí?

- Iba a buscarte, vi aquí tu coche y aquí me quedé.

Mire hacia su lado, sí es verdad que en toda la acera había coches aparcados, pero justamente a su lado estaba el mío. Él sabía que siempre usaba el coche, sabía que iría a por él y me arrepentí de tener coche.

- ¿Qué quieres?

- Hablar contigo, por favor, escúchame.

Se puso delante de la puerta, sin dejarme paso para entrar en el coche.

- No quiero hablar contigo.


Detesté su voz, la odié. Mi intensa rabia se apoderaba de mí, el amor que sentía por ese chico hace días, se había convertido en completo odio en escasos minutos.

- No aquí, no puedo ahora. Podemos ir a otro sitio si quieres pero dejemos las cosas claras.

Tuve que aceptar aunque no quisiera, sí que ya le había soltado todo lo que pensaba, o casi todo, pero él aun conservaba algunos de mis objetos.

- El sábado que viene por la tarde me pasaré por tu casa, apártate por favor, tengo prisa.

- Hola Helen, ya estoy.

Me giré hacia la voz. Ella, de nuevo. Acababa de salir de un restaurante de comida exótica que estaba a unos diez pasos de mi coche, ya que llevaba una bolsa de plástico en la mano con el logotipo que había en ese cartel. Él no me esperaba por haber visto mi coche, la esperaba a ella.

Volví a mirarle con más rabia. ¿Lo hacía adrede?, ¿La había traído para darme rabia?

- Irina se quedará unos días más por aquí.

- Que alegría. Que os divirtáis.

Le aparté del medio y puse la bolsa con la caja en el asiento de atrás, subí al coche cerrando de un portazo y me fui rápidamente, dejándolos en un silencio incómodo.

Capítulo 12 - Plastidecores



- ¡¿Cómo puedo salir de aquí?!

Después de abandonar el restaurante de la boda me vi encerrada en una especie de servicio público de mujeres, o más bien de niñas.

- Piensa un poco.

Una mujer de la cual no recuerdo ni tampoco sé si estaba presente en ese momento, me daba pistas para salir de ese agobiante sitio.

- ¡¿Cómo paso al siguiente nivel?!

- Pregunta a las niñas, quizás sepan algo.

Tenía que conseguir pasar a otro nivel, no era muy bien un “nivel” era más bien otro mundo, quería teletransportarme, pero no sabía cómo hacerlo.

Abrí las puertas de cada servicio, en cada una de ellas, había una niña diferente sentada en el váter, con un vestidito.

Llevaban colores, plastidecores en las manos.

- ¿Puedes dejármelos un momento?

- Toma, pero solo un rato.

Todas las niñas aceptaban y me daban sus colorines, pero siempre con la condición de ser devueltos.

- ¿Y qué hago con esto? ¿Cómo puedo salir con esto?

Dibujé cosas en la puerta sin pomo. La verdad, sabía que había entrado allí por una puerta, pero no sabía salir, ya que no había puerta existente.

Cogí un plastidecor verde oscuro y dibujé un pomo, pero no funcionaba. Dibujé un candado a su alrededor y acto seguido su clave, de forma que pareciera que se había descifrado, pero nada.

Las niñas salían de los pequeños compartimientos para quejarse. Tenían una edad de siete años más o menos y cada una llevaba un vestido diferente, en cuanto al color y el estampado, pero igual en la forma. Algunas llevaban lacitos en la cabeza, otras diademas y las restantes algún que otro moñito o una coleta.

Me cuesta reconocerlo, pero yo también iba vestida así. Llevaba un vestidito de niña de la antigua y en la cabeza una especie de lazo. Alicia la del país de las maravillas me recordaba a mí misma en aquellos momentos.

Todas venían hacia mí. Reclamaban sus colores, los querían, pero yo los necesitaba.

- ¡Devuélveme los colores!

- ¡Sí, ya los has tenido bastante!

- ¡Quiero mis plastidecores!

-Un momentito chicas, un momento por favor.

Iba estresada, las niñas no dejaban que me concentrase en salir de allí, esta vez tenía el tiempo limitado. Si se enfadaban mucho… no se qué harían, solo sé que no sería bueno.

- ¡Esto no funciona! ¡No puedo salir!

- Quizás no puedas salir escribiendo en la puerta, escribe en otro sitio.

- ¿Y dónde escribo? ¿Qué más da eso?

- ¡Es mío!

-¡Yo te dejé cuatro! 

De repente me odié a mí misma, a esa vocecita de la mujer que oía y a todas las niñas que se habían unido para hundirme.

-Escribe en la encimera, quiero decir, allí donde está la pica y el espejo.

Aunque tan solo había unos pasos hasta allí, lo hice corriendo.

- ¡¿Y qué escribo?!

- Devuélveme mis plastidecores.

- Ya voy, tranquila bonita, te los devuelvo en seguida.

- Puedes escribir… que quieres salir, por ejemplo.

No sé por qué, pero me tragaba todo lo que me decía esa mujer. Escribí “quiero salir” muchas veces con el color naranja en la encimera.

- ¡No funciona, sigo aquí!

- ¿Y quién ha dicho que tengas que escribir con el plastidecor así?

- ¿A qué te refieres?

- ¿Sabes fundir un plastidecor?

Esa pregunta me hizo pensar, pero el tiempo se me acababa ¿Fundir un plastidecor? Si esas niñas me veían destrozar sus colores… se les acabaría la paciencia. Así que pensé, si lo que decía esa mujer era cierto, desaparecería de esa habitación y las niñas no podrían enfadarse conmigo.

Quité el plástico que aun quedaba en el color naranja y me acerqué al secador de manos, ese aparato eléctrico que tira aire caliente para secarte las manos.

- Sé que, las ceras de colores se funden si las pasas por aire caliente.

- Muy bien, inténtalo.

Apreté el botón para que se encendiera el secador de manos y puse debajo el plastidecor naranja. Éste, se fundió en mis manos.

- ¿Y ahora qué hago?

- Escribe con este plastidecor.

- ¡Eh! Has fundido mi color naranja.

Me puse un poco de color naranja en el dedo - es decir, plastidecor naranja fundido - y escribí “quiero salir” con mi propio dedo en la encimera.

Las niñas venían a tirarme de los pelos, furiosas, por suerte, desaparecí en ese mismo instante.